Culpemos al aire.

Es algo que está en el aire, eso que circunda vorazmente entre tus poros y mis terminaciones nerviosas. Hay algo justo ahí, entre el aire que nos compartimos ¿Cómo describirlo? tal vez ni una secta de eruditos del este lograrán explicarlo, independiente de nuestras ideas, temores, verdades y convicciones, es lo hipnotizante del aire que compartimos lo que nos termina precipitando en abismos inconclusos y desechos, pero tan bellos como pensamientos y lirios puestos juntos en un mismo jarrón.

Es la razón una coartada sabionda y arrogante, es el corazón un loco delirante, ja! qué maravilla de equipo, pero sabes qué, culpemos al aire que nos atraviesa la sangre, culpemoslo por conectarnos entre la vista y el sentido, entre el olfato y el oído, ese aire que nos transporta entre las sensaciones y lo ineludible de esta segregación y osadía.

Culpemos al aire que se hiela en la distancia mientras se borra como tiza en días de viento y dejando rastros estridentes y maltrechos; culpemoslo ya que se atreve a texturizarse con la cercanía y amarrarnos la existencia, ese aire que no nos permite ignorarnos y dar vuelta.

Prorroguemos la sangre que hierbe en esta caldera que nos funde, prorroguemos la ansiedad que se aviva en los silencios y la cobardía, extendamos la corriente que nos vibra en las venas cuando estamos cerca, extendamos estos momentos hasta que se nos revienten las venas, detengámonos y dejemos a un lado los besos robados y las miradas que ceden paso a esta insensata imprudencia de coartarnos la vida.

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