En la mañana del fin del mundo.

En la mañana del fin del mundo, tal vez, solo tal vez llueva como en este momento alrededor de la montaña, en la mañana del fin del mundo tal vez las plantas eleven sus hojas al cielo y porque no, tal vez festejen y arrojen hermosos y deliciosos aromas con sus últimos rastros de luz. Tal vez al final cuando nada esté dicho, y las angustias revuelen en el aire, nos daremos cuenta que no se debe decir nada, que no habrá propósito, que no habrá un fin. Tal vez en ese final nos topemos en la calle y extasiados por el día nos abracemos las almas, nos confiemos la vida. Tal vez con esa sobriedad de vida, la valentía que ignora tanto premoniciones como esperanzas logre postrarse en frente de la mirada sin pretensiones ruidosas que opaquen la razón. 

Una mañana como esa cuando todo sea libre, cuando todos encontremos paz en silencio, una mañana como esa tal vez, solo tal vez, encontremos el puro propósito de nuestra existencia y lloremos extasiados de regocijo y nostalgia. En ese momento leeremos nuestras propias almas y lazaremos una voz de increíble afecto al todo. En ese momento nos encontraremos por ahí con nuestras felicidades, tú, yo, sin más alrededor, compartiremos las risas de la vida y hablaremos del recuerdo mientras llegue el resplandor que nos cegué la conciencia.

En la mañana del fin del mundo, tal vez me di cuenta que no fuiste el amor de mi vida, tal vez fuiste el amor de mi eternidad, o solo tal vez un rastro de felicidad que recuerdo sin más pretensión que sonreírle de alguna forma al pasado y al destino burlón mientras el sol irradia en las pupilas y la lluvia me acaricia suave y deliciosamente la piel.

En ese fin en donde de todo sea pacífico y el silencio sea el consciente revoltijo de ansiedades y desdichas, en ese fin en donde todo esté sin estar, ahí, solo tal vez, estemos juntos para saborear de este amor que nunca tuvo piedad.

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